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Una noche, mientras cenaba con una amiga en la parte delantera de una casa, el teléfono de uno de los invitados comenzó a vibrar con una llamada. Una voz masculina, muy joven, con acento extranjero, me preguntó si podía hablar con uno de los anfitriones del cóctel. Al escuchar sus peticiones le mostré que tenía que quitar la llamada. Después de unos segundos preguntó si no podía hablar con una de las anfitrionas de la cena, y le mostré otra vez que tenía que cortar la llamada. Me miró entre sorprendido y enojo.
Ahora me pongo a pensar cómo le podía haber pasado. No sabía que se había tomado una decisión de desaparecer. En su lugar, me había encontrado con una persona con acceso a la información sobre su nombre, apellidos, edad y teléfono celular. También se les debe haber dado a conocer algunas de sus identidades personales.
Como resultado de ello, estamos hablando de un hecho similar al del que fue protagonista un joven de Puerto Rico llamado Giuseppe Valentino siendo desaparecido el 16 de agosto de 2017. Valentino había estado en la lista de objetivos de la cúpula de la célula La Familia del capo Jorge Luis Rivera, jefe de la organización criminal. Sabemos que el de Puerto Rico logró trasladar a su familia, junto a sus tíos y hermanos, a la zona de Florida por si llegaba una orden de arresto de la policía. Incluso lo hizo a pesar de que sabía que ya estaba en la lista de objetivos de los agentes de
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